Las características clínicas típicas y el curso de la enfermedad serían cruciales para prepararse para el número creciente de pacientes y determinar la mejor forma de tratar a las personas infectadas. Los pacientes que requirieron cuidados críticos tendieron a ser mayores, y el 40% tenía comorbilidades. Los niños experimentan una enfermedad más leve, aunque la exposición perinatal puede estar asociada con un riesgo considerable. Las embarazadas con COVID-19 hasta ahora han tenido un curso clínico leve, pero los casos son limitados. La mediana de duración entre el inicio de los síntomas y el ingreso en la unidad de cuidados intensivos (UCI) fue de 9 a 10 días. La razón más documentada para requerir cuidados intensivos ha sido la asistencia respiratoria, de los cuales dos tercios de los pacientes tenían síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA).
Grandes brechas de conocimiento
El manejo del COVID-19 grave es similar al de la mayoría de las neumonías virales que causan insuficiencia respiratoria. El SDRA caracteriza a los pacientes con enfermedad grave y debe ser abordado según las directrices actuales. En entornos con acceso limitado a ventilación invasiva o antes de que los pacientes sufran insuficiencia respiratoria hipoxémica severa, puede utilizarse el oxígeno nasal de alto flujo o la ventilación no invasiva. Sin embargo, estas técnicas pueden dispersar el virus. El shock séptico y la disfunción orgánica específica ocurren en una proporción significativa de pacientes con enfermedad crítica relacionada con el COVID-19 y se asocian con un aumento de la mortalidad. La mayoría de los pacientes con COVID-19 grave han recibido numerosas terapias dirigidas y una minoría de pacientes se ha inscripto en ensayos clínicos. La mortalidad entre todos los pacientes infectados sería de entre 0.5% y 4%. Pero sería más alta entre los pacientes que requieren hospitalización y los gravemente enfermos. Los pacientes morirían por hipoxia progresiva y disfunción multiorgánica.
La reducción del riesgo de amplificación del brote nosocomial a través de la transmisión del virus a otros pacientes y trabajadores de la salud sería crucial. Mantener el distanciamiento de al menos 2 metros entre pacientes con COVID-19 presunto o confirmado, el uso de máscaras médicas para pacientes sintomáticos, y el ingreso de pacientes con presunta enfermedad a salas privadas son medidas importantes. Habría que garantizar que el personal del hospital esté bien capacitado en las precauciones estándar de prevención y control de infecciones. Los médicos involucrados en procedimientos que generen aerosoles deben usar respiradores N95 o máscaras faciales equivalentes y protectores faciales o gafas para protección ocular.
Se deben hacer planes a nivel local y regional sobre cómo manejar mejor el aumento potencial de la necesidad de recursos de cuidados críticos. Además, es importante determinar políticas claras de asignación de recursos. Estas medidas de preparación activa pueden organizarse mucho antes de que un gran número de pacientes infectados requieran hospitalización.